“Tender la mano es un signo que recuerda inmediatamente la cercanía, la
solidaridad, el amor, el servicio. En estos meses, en los que el mundo entero
ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor, desaliento y
desconcierto, nosotros ponemos sábado a sábado nuestra tarea por el hermano
necesitado”.
“En la Eucaristía que celebramos encontramos en Jesucristo, nuestro hermano
mayor el modelo de amor que tiende la Mano al pobre. Es además el lugar para
agradecer por seguir pudiendo brindar este servicio. SIEMPRE LISTOS PARA SERVIR”,
así resumió el espíritu de la Jornada Mundial de los Pobres, la maestra
scouter, Cecilia “Oveja” Otero, directora de Scouts María Auxiliadora.
Integrantes de la agrupación participaron de las actividades de
sostenimiento a familias carenciadas mediante la elaboración de bolsones con
mercaderías, recibidas de aportes de la comunidad, particulares y comercios.
Más tarde asistieron a la misa especial celebrada por el cura párroco César
Cardozo.
Reflexiones de su Santidad el Papa
Francisco acerca de la Jornada Mundial de los Pobres
Mantener la mirada hacia el pobre
es difícil, pero muy necesario para dar a nuestra vida personal y social la
dirección correcta. No se trata de emplear muchas palabras, sino de comprometer
concretamente la vida, movidos por la caridad divina. Cada año, con la Jornada
Mundial de los Pobres, vuelvo sobre esta realidad fundamental para la vida de
la Iglesia, porque los pobres están y estarán siempre con nosotros (cf. Jn 12,8) para
ayudarnos a acoger la compañía de Cristo en nuestra vida cotidiana.
El encuentro con una persona en
condición de pobreza siempre nos provoca e interroga. ¿Cómo podemos ayudar a
eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos
ayudarla en su pobreza espiritual? La comunidad cristiana está llamada a
involucrarse en esta experiencia de compartir, con la conciencia de que no le
está permitido delegarla a otros. Y para apoyar a los pobres es fundamental
vivir la pobreza evangélica en primera persona.
No podemos sentirnos “bien”
cuando un miembro de la familia humana es dejado al margen y se convierte en
una sombra. El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de
Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderlos
y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas,
e invitarlos a participar en la vida de la comunidad.
Es cierto, la Iglesia no tiene
soluciones generales que proponer, pero ofrece, con la gracia de Cristo, su
testimonio y sus gestos de compartir. También se siente en la obligación de
presentar las exigencias de los que no tienen lo necesario para vivir. Recordar
a todos el gran valor del bien común es para el pueblo cristiano un compromiso
de vida, que se realiza en el intento de no olvidar a ninguno de aquellos cuya
humanidad es violada en las necesidades fundamentales.
Tender la mano hace descubrir, en
primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de
realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada
día! Lamentablemente, sucede cada vez más a menudo que la prisa nos arrastra a
una vorágine de indiferencia, hasta el punto de que ya no se sabe más reconocer
todo el bien que cotidianamente se realiza en el silencio y con gran
generosidad. Así sucede que, sólo cuando ocurren hechos que alteran el curso de
nuestra vida, nuestros ojos se vuelven capaces de vislumbrar la bondad de los
santos “de la puerta de al lado”, «de aquellos que viven cerca de nosotros y
son un reflejo de la presencia de Dios».